Confianza moderada del sector cárnico
Recientemente se ha publicado el Barómetro del Sector Cárnico 2018, un interesante estudio promovido por Cajamar y la Asociación de Industrias de la Carne de España (Anice). Hay que aclarar que se trata de un análisis de percepción cuyos resultados están basados en encuestas realizadas a los empresarios, no en datos objetivos provenientes de fuentes oficiales. Sin embargo, permite tomar el pulso al estado de salud de este sector. Además, sale a la luz en un contexto en el que poco a poco se va abriendo camino una tendencia social muy dañina para esta industria, que promueve la disminución en el consumo de carne.
Menos de la mitad de las empresas han crecido en el primer semestre y una proporción similar piensa que se va a mantener la tendencia. Tampoco el volumen de exportaciones ha repuntado de forma sustancial, ya que aunque más de dos terceras partes se reconocen empresas exportadoras, solo el 38% ha incrementado sus ventas al exterior; si bien es cierto que más de la mitad estima que lo hará en la segunda mitad del año.
La situación que se infiere de estos datos no está alineada con otros factores. Es el caso de la positiva percepción de un escenario de estabilidad en el coste de las materias primas. Más de la mitad presupone que no van a ser más caras, una circunstancia que lleva a pensar que el punto débil viene más por el consumo que por desequilibrios en la estructura de costes. Este conclusión se constata al analizar los principales factores de preocupación, que son la competencia, la limitada demanda y la compleja gestión administrativa. Tampoco la evolución del empleo, muy favorable, es coincidente con las tendencias de negocio. En relación a este importante factor, la cuarta parte de las empresas han aumentado su plantilla, un valor muy por debajo del crecimiento estimado.
En este contexto de optimismo moderado, hay una serie de aspectos que preocupan con razón al sector, como es la perniciosa corriente arriba mencionada que relaciona el consumo de carne con perjuicios para la salud, con la mala nutrición e incluso con riesgos sanitarios. La cuestión de la medicación animal, sin ser todavía un problema de calado social, también se abre paso, pero no por lo que afecta al animal, sino por su impacto en la salud del consumidor, en particular por la cada vez más temida resistencia antimicrobiana. A esto habría que añadir el deterioro de la imagen social en un asunto cada vez más sensible como es el bienestar animal, si bien es cierto que este ataque se ha centrado sobre todo en porcino y aves de corral.
Dentro de las soluciones planteadas por el sector, destaca la necesidad de hacer campañas de sensibilización en grandes medios de comunicación, sobre todo televisión. Se trata de un asunto relevante, ya que tanto éste como otros sector agrarios están invirtiendo importantes recursos económicos en campañas publicitarias. Dados los resultados, parece que por el momento se está errando el tiro a un coste muy alto. La publicidad en televisión es necesaria para que el consumidor elija un producto o servicio frente a otro de la competencia, o conozca uno recién salido al mercado. En el caso de las carnes, la situación es bien diferente, ya que desde hace décadas, si no siglos, el consumidor tiene clara la diferencia entre una carne y otra y consume todo tipo de ellas en mayor o menor proporción. Por ejemplo, es difícil que alguien coma más conejo, pollo, cerdo, etc. porque se le recuerde en un medio de comunicación que esa carne existe y que tiene excelentes cualidades.
Son clave los comunicadores científicos que saben y gustan de comunicar; pero sobre todo las asociaciones de consumidores, que son quienes pueden y deben viralizar mensajes a sus propios asociados a través de canales internos y de los medios de comunicación. Un reto que requiere de lluvia fina y muy persistente, una estrategia bien definida con objetivos a corto y medio plazo, indicadores medibles de seguimiento y recursos económicos. Es decir, inversiones racionales y no anuncios televisivos de dudosa eficacia.