El campo español confía en que el Brexit no le haga un roto a su exportación
El sector agroalimentario español, que aún no ha terminado de digerir el veto a la entrada de muchos de sus productos a Rusia desde 2014, sigue de cerca cada paso del divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea (UE), un proceso sobre el que ahora hay más optimismo que hace unos meses.
El mercado británico es crucial para las exportaciones agroalimentarias españolas, ya que el 8 % de valor que genera la venta de alimentos y bebidas en el exterior -4.076 millones de euros en 2018- se consigue con los envíos a Reino Unido, según un informe del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA).
Los británicos han incorporado a su dieta habitual los alimentos y bebidas “from Spain”, ya que España es el primer proveedor del país de frutos rojos, kiwis, caquis, cítricos, hortalizas y aceite de oliva o el quinto de vino y mosto, a los que hay que sumar otros de origen cárnico y preparados alimenticios.
“España es relevante para el abastecimiento” del mercado británico, asegura el último informe de comercio bilateral del MAPA, que se hace eco de la “dependencia de Reino Unido de las importaciones” para llenar los carros de la compra de sus ciudadanos, ya que la tasa de cobertura de su sector agroalimentario es tan solo del 45 %.
El resultado del referéndum a favor del “brexit” en 2016 y el ‘vía crucis’ que se ha producido en torno al adiós de Londres a Bruselas ha pasado de la fase de incertidumbre y desesperanza para el sector agroalimentario español a la de relativo optimismo y confianza en que el horizonte a medio y largo plazo no se perfila tan negro.
El punto de inflexión se produjo el pasado el 12 de diciembre con la victoria del conservador Boris Johnson como primer ministro y la ratificación, ocho días después, del proyecto de ley del acuerdo de retirada de la UE por el Parlamento británico.
Ya no se habla de “brexit” duro o suave, sino de que Reino Unido saldrá oficialmente de la UE mañana, 31 de enero; que Johnson no va a ampliar el periodo transitorio más allá del fijado para el 31 de diciembre de 2020; y que la nueva Comisión Europea considera imposible cerrar un acuerdo bilateral antes del 1 de enero de 2021.
Tras la fase política, comienza una compleja fase técnica que, según explicaron el pasado mes desde el grupo de investigación “The UK in a Changing Europe” (El Reino Unido en una Europa Cambiante) en un encuentro con medios de comunicación, se saldará en poco tiempo con un primer “acuerdo comercial de mínimos”.
El experto sobre política agraria Alan Matthews, en la web Cap Reform (capreform.eu), vaticinaba después de ganar Johnson las elecciones que durante el periodo transitorio el mercado británico “aumentará su atractivo” para los productos agroalimentarios comunitarios.
Este efecto -explica en un análisis sobre el “brexit”- se debe a que se prevé en Reino Unido “un crecimiento económico algo más fuerte y un tipo de cambio más competitivo para las exportaciones agrícolas de la UE” en 2020.
La otra cara de la moneda la dibuja a partir de enero de 2021: “incluso si se evita la reintroducción de aranceles en el comercio mediante un acuerdo, los exportadores de alimentos y bebidas de la UE se enfrentarán a mayores costos no arancelarios y a una mayor competencia de productos de países no comunitarios”, según Matthews.
El economista jefe del Servicio de Estudios Económicos del Instituto Agrícola Catalán de San Isidro, Javier Santacruz, publicó a la vuelta de las pasadas navidades una actualización del informe “Consecuencias del brexit para la agricultura española y catalana” que demuestra cómo ha mejorado el panorama.
En un año, las estimaciones de Santacruz han cambiado: de una previsión de caída del 5,4 % para el valor de las exportaciones agroalimentarias españolas a Reino Unido en 2020 a estimar un crecimiento del 1,02 %; este porcentaje se moverá en años futuros en torno a la “media histórica anual”, que se sitúa en la horquilla positiva del 1-3 %.
Pese a que las “trabas no arancelarias” tendrán “efectos negativos en la rentabilidad” de la exportación de alimentos y bebidas desde España a Reino Unido, Santacruz no duda en manifestar su optimismo ante el futuro comercial bilateral.
“Aunque no se puede alcanzar una situación comercial igual a la actual, porque entonces Bruselas habría perdido la batalla”, sí “va a haber un pacto de libre comercio de nueva generación basado tanto en la libertad de movimiento de capitales como de mercancías y bienes y servicios”, más cerca del acuerdo con Canadá que con Noruega.
Santacruz está convencido de que, pese a que “en los próximos dos o tres años se puede producir una nueva contracción del comercio mundial (…), para el productor y exportador español, Reino Unido seguirá siendo un mercado confiable”, con un “consumidor con demanda cautiva de alimentos europeos y, en concreto, españoles”.
“Hace años un plan de seguridad alimentaria constataba la dependencia, sí o sí, del consumo de alimentos europeos por sus estándares sanitarios” y “es un hecho que las grandes cadenas de supermercados -como Tesco o Sainsbury’s- tienen contratos a largo plazo de suministros procedentes de Europa”, explica Santacruz.
Por estas razones, califica de “farol” los discursos euroescépticos que hablan de la sustitución, tras el “brexit”, del consumo de alimentos europeos por otros procedentes de, por ejemplo, China o de África.