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La industria cárnica entra en pánico tras 10 años de caída

España come cada año menos carne. La caída, lenta pero sostenida, se inició en 2008 y confirma una tendencia cada vez más extendida en los países industrializados. El nuevo consumidor está convencido de que debe comer menos carne y ha hallado un compañero de viaje para acompañar esta decisión gracias al auge de la moda vegana.

Las industrias cárnicas españolas han encendido las alarmas. En 2017 se produjo el primer retroceso significativo que, sumado a las disminuciones continuas desde 2008, constituyó la primera gran señal de alarma para la industria.

Cada español consumió 47 kilos de carne en 2017, tres kilos menos que en 2016, cuando el consumo por habitante superaba los 50 kilos por año, según las cifras oficiales del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Se consume menos carne de vaca, pero también menos pollo, conejo y cerdo (la categoría que menos cae con un descenso del 0,5% interanual).

Los productores de carne de vaca sufrieron un desplome de ventas a partir de la crisis en 2008. En ese momento, ganaderos e industriales pensaron que se trataba de una contracción producto de la crisis, es decir, una caída sufrida por la merma del poder adquisitivo del consumidor.

Pero con la recuperación económica y de salarios a partir de 2013, el consumo de carne, lejos de recuperarse, ha seguido cayendo. Las conclusiones del sector ahora son evidentes: la bajada de los últimos años no sólo obedecía a la crisis. Los hábitos del consumidor cambian y ahora quiere comer cada vez menos carne.

En medio de un mayor consumo de productos vegetales y nuevos productos sustitutos en proteínas, la industria cárnica también ha tenido que afrontar campañas contra la insostenibilidad del modelo económico de las macrogranjas y polémicos informes de la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) en los que relacionaba el consumo de carne procesada como salchichas y hamburguesas con riesgos de desarrollar cáncer.

El hundimiento del cordero y el cabrito

Pero no todos los productos cárnicos han sufrido por igual. La carne de cordero y cabrito han sido, de lejos, las más castigadas con caídas de hasta doble dígito interanual, y los productores y ganaderos se han unido para dar un vuelco a su sistema de producción y presentación de los productos.

La intersectorial de la industria, Interovic, que reúne a cooperativas de productores, industriales y sindicatos, detectó que la industria se había alejado de las nuevas tendencias del consumidor español, que han cambiado de forma radical en los últimos cinco años.

Los compradores han aumentado la compra de productos rápidos y fáciles de preparar. Por eso, la pechuga de pollo se ha convertido en un producto en ascenso mientras la pata de cordero, que tradicionalmente ha sido asociada a una preparación elaborada con varias horas al horno, es un producto cada vez menos apetecible.

“El consumidor, muchas veces, no quiere una pierna entera, que puede pesar más de un kilo. También se ha fortalecido la percepción que la carne de cordero es muy cara. Se han juntado los dos fenómenos y el resultado no fue otro que el de un fracaso rotundo”, explica Tomás Rodríguez, portavoz de Interovic, la intersectorial de la industria del cordero y el cabrito.

La compañía ha comenzado a trabajar con carniceros de toda España para adiestrarlos en nuevos cortes y para ofrecer nuevos productos fáciles de preparar y cocinar. En vez de vender una pierna, ahora, se deshuesa la carne y se vende en filetes a la plancha. Al margen del conocido pincho moruno, la industria también ha querido hacer márketing. En lugar de vender el “cuello de cordero”, ahora en la carnicería se vende el “carrillón”, una pieza tierna, jugosa y con más grasa que la pierna.

Después de tres años de campaña, la industria del cordero comienza a ver logros. Ha pasado de una caída estrepitosa a caídas leves o, incluso, la estabilización o mínimos crecimientos en algunos casos.

Ahora, otras patronales quiere continuar la campaña para animar al consumo de carne de pollo, cerdo y vaca, pero cada industria apuesta por una estrategia separada. Hasta ahora no hay consenso para lanzar una campaña para incentivar el consumo de carne, tal como han hecho recientemente los productores de yogurt. 

Mientras, la oferta de los supermercados muestra cada vez más sustitutos. Tofu en vez de carne en Mercadona o insectos de alto valor proteico en Carrefour. La tendencia de alejamiento de la carne continúa y este año se esperan nuevas caídas. 

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